La historia de la República Popular China puede dividirse en dos etapas claramente diferenciadas. La primera estuvo dominada por la figura de Mao Zedong, que defendió una visión revolucionaria del comunismo en la que todos los aspectos de la sociedad, la cultura, la economía y la política debían estar al servicio de la causa ideológica. Las políticas radicales de Mao llevaron a momentos de crisis en los que otros dirigentes del Partido cuestionarían su autoridad, intentando apartar a Mao de las labores de gobierno, momentos en los que Mao reaccionó lanzando intensas campañas de reafirmación ideológica. Entre esas campañas merecen especial mención el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, cuyos efectos sobre la sociedad china se dejarían sentir durante mucho tiempo. Tras la muerte de Mao en 1976, su sucesor Hua Guofeng acabará cediendo el poder a Deng Xiaoping, líder pragmático que pondrá fin a las políticas revolucionarias y, manteniendo el carácter centralista y autoritario del Estado, pondrá en marcha una serie de reformas que iniciarían un proceso de intenso crecimiento económico.
A finales de los años 1980, la creciente libertad de expresión hizo que empezaran a surgir voces críticas con el régimen, que culminarían en las protestas masivas de 1989. El 4 de junio de ese año, las protestas de la Plaza de Tian'anmen enPekín fueron sofocadas mediante la intervención del Ejército. Los incidentes de 1989, en los que perdieron la vida cientos de personas, provocaron a un cambio en la cúpula de poder de la República Popular. Deng Xiaoping apartó a los dirigentes reformistas como el secretario general del Partido Zhao Ziyang y favoreció al primer ministro Li Peng y, muy en especial, al entonces alcalde de Shanghái Jiang Zemin, que se convertiría en su sucesor. Tras dos años de incertidumbre y de aislamiento internacional, Deng Xiaoping tomó una de las decisiones más importantes en la historia reciente de China al intensificar el proceso de reformas económicas. Así, el Estado dominado por el Partido Comunista pasó durante los años 1990 a adoptar políticas económicas capitalistas combinadas con un fuerte autoritarismo político. Este modelo de desarrollo sería continuado por Jiang Zemin y por el sucesor de éste y actual presidente de la República Popular China Hu Jintao.
Entre sus particularidades, China vivió un proceso revolucionario que debe ser visto en los siglos previos por la presión del imperialismo europeo, la opresión despótica de los emperadores de turno y sus respectivas cortes, hasta un desenlace en que el pueblo chino debió llevar adelante su revolución en dos frentes: uno, el interno con una dictadura apoyada por las potencias occidentales y en su tramo final por Estados Unidos perfilándose como el imperio occidental hegemónico; el segundo, externo, enfrentando al imperio japonés que, con ayuda de los colaboracionistas internos, ocupó un vasto territorio chino.
Sin dudas, “la revolución China es la más grande revolución antiimperialista y agraria de la historia, el mundo colonial se ponía de pie”1.
Una de las características, como observó Wolf, es que como sociedad, China “es la civilización primaria más antigua que existe: la única que aún subsiste de las grandes sociedades que atravesaron el umbral entre el tribalismo neolítico y la civilización”2. Desde mediados del siglo XVII, la dinastía manchú Ching reinaba China, aunque estos, más allá de su corte burocrática privilegiada, eran una superestructura que no alteró el orden, siendo en realidad las clases dominantes quienes ostentaban el poder detrás del trono: “la aristocracia terrateniente y comercial”3, que tomaba el excedente agrario mediante su orden jurídico, y que pese a ser de carácter laico, “sus efectos autoritarios resultaban igualmente eficaces”4, bajo el orden jerárquico de la doctrina confuciana.
Hacia mediados del siglo XIX, China tenía una población de más de 430 millones de habitantes, con una sociedad feudal, estructurada desde un Emperador, la nobleza y los grandes terratenientes, estos últimos en eterna contradicción con el campesinado nucleado en clanes con sus respectivos nobles locales. La filiación al clan tenía un aspecto esencial para el campesino. Si bien los nobles, caballeros militares y campesinos se diferenciaban culturalmente, esta unidad social se basaba en un corporativismo de parentesco, y la pertenencia al mismo habilitaba al acceso de la tierra con prioridad frente a los miembros externos, y protección ante la amenaza de otro clan o, en algunos casos, para resistir los fuertes impuestos del gobierno central, aunque de todos modos este “frente” no ocultaba las contradicciones internas: los nobles ejercían la coerción no sólo físicamente, sino también por disposiciones que le permitían expulsar a miembros inferiores del clan que estaban obligados a tributar y, además, la prosperidad del noble giraba en torno a su relación con los pares y el gobierno central mientras se apropiaba de la mayoría de las ganancias, abuso que propiciaba violentos levantamientos campesinos5.
Esta formación social, de genealogías legalizadas en las “tabletas”, giraba alrededor de una economía agraria natural en la base de la sociedad que en condiciones de supervivencia subsistía con lo que producía, mientras que el modo de producción dominante era el agrario atrasado de cultivo intensivo, de tipo feudal, con un Estado Imperial, tradicionalista y confuciano, esencia de la vieja China6. Tal pirámide económico-social sería caracterizada por Mao Tse Tung a fines de distinguir el papel de las clases en la revolución, y afirmaría que el blanco del proceso serían la clase terrateniente y la burguesía compradora, porque representaban “las relaciones de producción más atrasadas y reaccionarias de China”7.
Con la irrupción del imperialismo europeo con mayor fuerza, a partir de la Guerra del Opio (1839-1842), esta estructura de clases cambiaría sustancialmente, profundizando las contradicciones con el ingreso del capitalismo, y “comienza para los chinos una intensa relación con el expansionismo occidental, y -con ella- una aceleración de su proceso social interno, que tomará características claramente revolucionarias durante el siglo XX”8. El mercantilismo europeo había atravesado la frontera hacia el capitalismo y su consecuente expansión imperialista para abrir nuevos mercados y acceso a materias primas.
China se le presentaba como un inmenso país en manos de apenas el 2% de la población, y el 75% de la tierra era privada, con un enorme aparato burocrático con que los nobles administraban el territorio, y entre ellos y el campesinado se situaban “los nobles sin cargos oficiales pero con enormes poderes sociales”9, que accedían a la nobleza mediante exámenes y allí adoptaban “la forma de vida del grupo de mayor rango social”10, como la formación de pequeñas familias y el culto a la filosofía confuciana. El campesinado accedía a la tierra bajo el sistema de rentas y arrendamiento11, adoraban un complejo panteón de dioses que fundamentalmente influían en su entorno agrario, exaltaban al militarismo y al hombre de violencia, como señala Wolf, ya que “la actividad militar había sido la clave para el éxito”, y quién acaudillaba “se convertía en candidato para el poder dinástico” y “fundador de una nueva dinastía”12.
La formación de sociedades secretas florecían en las aldeas, conformadas por nobles descontentos, campesinos marginados, viejos soldados y bandidos que se estructuraban jerárquicamente y con códigos secretos, “opositor al autoritarismo aristocrático confuciano (que) tomaron también motivaciones nacionalistas”13. Su organización serviría más adelante al proceso revolucionario encabezado por el Partido Comunista (PC), reorientando su potencial fuerza destructiva, y por su experiencia en la clandestinidad a favor de la causa revolucionaria14, así como al lumpenproletariado al que habría que reeducarlos, porque es “una clase social vacilante”, comprables por las fuerzas reaccionarias, “en tantos que otros pueden unirse a la revolución”15.
Toda la maquinaria con la que el Emperador chino oprimía a las clases populares, sería inútil para enfrentar la agresión del imperialismo británico a partir de la Guerra del Opio, que forzó la apertura china, ya no sólo en concesiones comerciales sino en ocupaciones territoriales en zonas portuarias, donde arribaban inversiones europeas para un débil desarrollo industrial, protegido por armas europeas. Estas pequeñas industrias generarían una clase proletaria pequeña, pero que adquiriría con el tiempo un nivel de conciencia de clase al calor de la explotación del capitalismo extranjero que ponía a China en su órbita, y que luego de sucesivos estallidos revolucionarios frustrados, sería vista por Mao como la clase dirigente de la revolución, pese a su pequeño número, comparado con el motor compuesto por el campesinado.
La presión de los imperialismos generaría además toda una dinámica que sacudió los cimientos de la sociedad china, y esto influiría en los dirigentes revolucionarios dado que “China ha sido un país donde la intervención imperialista ha sido prolongada y múltiple”16. El cristianismo que ingresó por el sur, si bien obtuvo ciertos adeptos que inclusive influyeron en la revolución popular Taiping, “no implantaron una moral cristiana, sí causaron descontento”17. El pueblo chino tuvo ante sus ojos la agresión anglo-francesa (1860-1861), la ocupación de Vietnam por las fuerzas francesas, el ataque japonés de 1894 y el conflicto entre la Rusia zarista y Japón dirimida entre 1904-1905 en propio territorio chino. Ya la Guerra del Opio había mostrado al pueblo chino lo que significaba el imperialismo: China debió ceder Hong Kong a los británicos, que luego avanzarían en su tradicional aspiración de libre navegabilidad de los ríos, y para 1842 los ingleses serían indemnizados con cinco puertos (Shangai, Cantón, Amoy, Ningpo y Fonchou), territorios donde los ciudadanos ingleses estaban bajo el orden jurídico de la corona británica, lo que “significaba para China la pérdida de su independencia aduanera (...) y las arterias vitales de la economía pasaron a manos del capital extranjero”18. La intromisión del capitalismo, la sociedad., la economía y la política china pasó del feudalismo a ser de tipo “colonial, semicolonial y semifeudal.
China era un país semi-feudal, parecido al Imperio Ruso en este aspecto, pero a diferencia de Rusía que era un país imperial, China era un país colonial. Primero dominada por el imperialismo alemán y japonés hasta 1920 aproximadamente, año en el que entran en escena los EE UU y el Reino Unido, para luego volver a manos japonesas con la conquista de Manchuria en 1931 y la posterior Guerra Sino-Japonesa que duró desde 1937 a 1945. En 1912 hubo una revolución que pusó fin a la dinastía Quing, en aquel momento personificada en el emperador Pu Yi de tan solo 5 años. Aparte de esto, China se encontraba dividida en numerosos territorios controlados por caudillos militares y feudales que luchaban entre sí para poseer el mayor número de territorio. La reunificación de China no se produjo hasta 1928 a manos del Kuomitang. Respecto al comunismo en China: el Partido Comunista Chino se crea en el año 1921. En el año 1923 se aprueba la entrada en el Kuomitang (nacionalistas chinos) de los comunistas chinos por asesoramiento de la Internacional Comunista. Al entrar los comunistas en el Kuomitang estos empiezan a recibir ayuda de la Internacional Comunista y gracias a esto se crea el Ejército del Kuomitang, etc. En este periodo el Partido Comunista sufrió un gran crecimiento porque en los territorios chinos controlados por el Kuomitang podían actuarl libremente. De menos de 1000 militantes en 1925 pasó a 30000 en 1927. En este último año, 1927, se produce la ruptura en el Kuomitang y los comunistas empiezan a ser perseguidos. Hay que aclarar que el fundador y primer líder del Kuomitang, Doctor Sun Yatsen, había fallecido en 1925 y posteriormente se hizó con el control del Kuomitang Chang Kai Chek. En 1927 tambien se producen numerosos levantamientos urbanos por parte del PCCh que fracasan y terminan con la muerte de miles de comunistas. Despues de estos levantamientos fallidos los comunistas se reagrupan en la provincia de Jiangxi donde establece el primer territorio controlado por comunistas y donde se crea el Ejército Rojo. En el año 1929 y tras varias ofensivas del Kuomitang contra los comunistas, estos se trasladan a las montañas del sur de la provincia de Jiangxi. Aclaro que los que se trasladan a las montañas de Jiangxi es el grueso de las fuerzas comunistas, pero los comunistas tenían otras zonas controladas con bases de apoyo aparte de esta. Durante todos estos años el Ejército Rojo está en continua lucha contra las ofensivas del Kuomitang y sigue organizando insurrecciones sobre todo en ciudades aunque tambien en zonas rurales pero la mayoría de ellas fracasan. En el año 1934 se produce la mayor ofensiva del Kuomitang y el Ejército Rojo pierde la mitad del territorio controlado y a 60.000 combatientes. Ante esta situación comienza la Larga Marcha. Durante la Larga Marcha que dura un año de 1934 a 1935, el Ejército Rojo libra 200 combates contra el Kuomitang, escala 18 cadenas montañosas (algunas de más de 5000 metros), atraviesan pantanos y desiertos, cruzan 24 ríos y atraviesan 12 de las 18 provincias chinas. En 1935, finalmente, llegan a Shaanxi. De los 86.000 miembros del Ejército Rojo que comenzaron la Larga Marcha solo sobreviven 8.000. En total, con las nuevas incorporaciones, llegan a Shaanxi unos 30.000 combatientes del Ejército Rojo.
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